Este domingo 31/01/2016 iniciamos el nuevo año con el cuarto pateo del Grupo de Senderismo Claret del curso 2015/2016, recorriendo en esta ocasión una ruta que nos llevó desde el caserío de Montaña Alta de Guía hasta el casco de la Villa de Moya.
Como es habitual, nos reunimos en el aparcamiento de la sección de Tamaraceite a partir de las 08:30h. Lo que no fue habitual es que, por primera vez en las 5 temporadas del Grupo de Senderismo, se cubrió el cupo máximo de 75 plazas ofertadas, quedandose gente sin poder asistir al pateo. Partimos en guagua a las 09:10h y llegamos a nuestro punto de partida 50 minutos más tarde, iniciando la ruta a las 10:10h con un día bastante fresquito.
El primer tramo de la ruta se realizó por asfalto, empezando por ascender a la Casa del Queso para continuar hacia La Sillailla. A partir de ahí comenzamos a descender, todavía por asfalto y cemento, hacia El Junquillo, pudiendo disfrutar de un paisaje agrícola y ganadero, entre campos de millo y olores a cabras y ovejas. Tras El Junquillo abandonamos por fin el asfalto para introducirnos de golpe en el gran atractivo de la ruta, el bosque termófilo de Santa Cristina, donde realizamos el primer avituallamiento del día.
El Brezal de Santa Cristina, protegido con la figura de Reserva Natural Especial, consituye en la actualidad la mayor y más importante reserva de monteverde de Gran Canaria, donde podemos encontrar especies como laureles, acebiños, fayas o, evidentemente, brezos. Era parte del antiguo Bosque de Doramas, que abarcaba desde Guía hasta Teror.
Recuperadas las fuerzas continuamos el camino por el interior del bosque, disfrutando de su paisaje insólito y espectacular, en una especie de viaje por el tiempo. Al salir del bosque volvimos al "presente" en la zona de El Palmital de Guía, desde donde nos dirijimos hacia el borde del Barranco de Moya, último tramo de la ruta. En esta parte de la ruta algunos de los senderistas experimentamos la anécdota "dolorosa" del día, al ser atacados por algunas abejas en distintas partes de nuestra anatomía. La anécdota simpática estuvo en las suelas de cierto par de botas que decidieron que había llegado el momento de emanciparse, cosa que se evitó gracias un buen rollo de cinta americana.
En mitad del descenso hacia el fondo del Barranco de Moya realizamos el segundo avituallamiento del día, más que nada para coger las fuerzas necesarias para poder afrontar el corto pero duro ascenso que nos separaba de nuestro destino final. Al golpito, entre resuellos, sudores y algún que otro improperio, alcanzamos el barrio de El Palmito, donde Paco Aguiar, nuestro apoyo logístico (abandonado en esta ocasión por su habitual partenaire Luis Pírez, que se decidió a caminar... o sufrir, según se mire...), nos recompensó con un reconstituyente café o limonada fresquita, que para gustos colores.
Tras esa última parada, solo nos quedó alcanzar la iglesia de Moya en 10 minutos adicionales, donde dimos por finalizada la ruta, a los pies de una cerámica en recuerdo del Padrito, tras 9 km y 5:15 horas de camino.
Puedes ver la memoria gráfica de la ruta en estos enlaces: